A MERCEDES SOSA (1935-2009)

Poemas, publicaciones, escritos y homenajes a Mercedes Sosa

miércoles, 25 de febrero de 2009

El último tren a Alemanía


El último tren a Alemanía

No se sabe a ciencia cierta si hay o no fantasmas en Alemanía, pero que los hay los hay.
De tanto en tanto, hay gente que cuenta haber visto cosas fabulosas y escuchado sonidos increíbles en estos lugares.
Por ejemplo, hay quienes juran haber escuchado a plena luz del día el ruido lejano de una locomotora jadeante que nunca llega.
Otros cuentan haber percibido el temblor del vecino puente de hierro ferroviario, como cuando un tren lo transitaba lentamente.
También los que aseguran que en determinadas noches se puede ver nítidamente la silueta de un viejo cambista haciendo señas, farol en mano, a un tren invisible. Y no faltan los que juran haber visto a veces de noche una locomotora inmensa que se mueve silenciosamente de un extremo a otro del andén, hasta que los gallos anuncian un nuevo día.
Alemanía guarda muchos misterios y leyendas. Ruidos de trenes, silbatos de locomotoras, cambistas que dirigen maniobras sobre rieles que hace 40 años no se usan, tañidos de una campana que hace décadas fue descolgada de la galería de la estación, aceleración de cochemotores y hasta galopes de aquellos caballos que arrastraban la galera de la mensajería que cubría el trayecto entre Alemanía, Cafayate y San Carlos.P
ero hay más: están los que dicen haber escuchado el telégrafo de la estación repiquetear reiteradamente tres puntos y tres rayas, como tratando que alguien escuche el SOS de un pueblo que agoniza. Porque Alemanía ya va quedando solamente en la memoria de los viejos ferroviarios, en las páginas de los diarios antiguos y en una que otra leyenda que alguien rescata.

Pero la fuente más confiable de todo lo que se dijo, se dice y lo que se contará de Alemanía, fue quizá doña Barbarita Lamas, una mujer que nació y vivió más de 60 en ese pueblo estación, y que murió hace unos 20 años, hasta que en los 70, cansada por las apariciones y los fantasmas, se mudó a Osma.Barbarita contaba que en una noche oscura en Alemanía, cuando estaba sentada a la puerta de su casa, escuchó clarito la llegada de una máquina a vapor. Cuando la pudo distinguir, vió que tiraba un furgón y dos vagones de pasajeros.
Por las ventanillas advirtió que estaban iluminados y que llevaban varias personas sentadas. "La presencia del tren me puso contenta -contó Barbarita- ya que pensé que el servicio entre Salta y Alemanía se había restablecido después de cinco años de abandono. Para mis adentros creí que la vuelta del ferrocarril nos devolvería la perdida prosperidad y alegría del pueblo".Barbarita vió pasar frente a su casa la modesta formación que finalmente se detuvo en el andén.
Quiso correr para ver los pasajeros que llegaban esa noche, tal como hacía cuando siendo niña observaba la llegada de los cochemotores y el rostro de cada viajero. Esta vez, la guagua que tenía en sus brazos le impidió correr hasta la estación, pero parada con la criatura apretada contra su pecho observó con alegría desde la distancia, el movimiento que se producía.
Vio como la gente subía y bajaba del tren hasta que finalmente un guarda hizo sonar el silbato anunciando la partida. De inmediato escuchó las tres campanadas de vía libre y de a poco la máquina comenzó a marchar y a alejarse lentamente de Alemanía rumbo a Cafayate. De pronto, Barbarita sintió algo extraño. La alegría le había hecho olvidar por un instante que los rieles terminaban pocos metros más adelante. Entonces pensó que pronto el tren se estrellaría contra la montaña y angustiada se quedó esperando el estruendo del acero contra la roca. Pasaron los segundos y sin embargo, el tren continuó resoplando hacia el Sur.
Barbarita continuó esperando la explosión, pero la locomotora siguió acelerando y alejándose hasta que finalmente se escuchó nítidamente un pitazo lejano y luego volvió el silencio.Al día siguiente, no sólo Barbarita caminó tras el tren imaginario. Más de cien pobladores intentaron encontrar los rastros de aquella misteriosa formación, pero todo fue en vano.
Y de los pasajeros que llegaron esa noche jamás se supo.
Algunos cuentan que los vieron valijas en mano perderse en la oscuridad de la noche alemanista.
Semanas después, angustiada por este acontecimiento y definitivamente harta de padecer apariciones de ultratumba, Barbarita resolvió mudarse a Osma y no volver nunca más a Alemanía. Sin embargo, no sabía que en el bello pueblecito escondido en el departamento de La Viña, la esperaban ansiosos muchos viejos fantasmas que residían en el yacimiento arqueológico de la zona. Pero esto ya es otra historia.

Por Luis Borelli
FUENTE: El Tribuno